El 28 de marzo se produjo un devastador terremoto de magnitud 7,7 en el centro de Myanmar, que se sintió en muchos países del sudeste asiático: Tailandia, China, India, Vietnam y Bangladesh.
El epicentro se situó cerca de Mandalay, ciudad de más de un millón de habitantes.
El terremoto se produjo a 10 kilómetros de profundidad, lo que hizo que la sacudida fuera extremadamente potente.
Más de 10.000 edificios se derrumbaron o sufrieron graves daños en el centro y noroeste del país. Se destruyeron carreteras y puentes, se derrumbaron templos, mezquitas y monumentos históricos centenarios.
El aeropuerto internacional de Mandalay quedó fuera de servicio por el derrumbe de la torre de control.
Hubo un apagón total de electricidad y servicios telefónicos.
Las vías del tren se doblaban como si fueran de plastilina en lugar de metal. Los deslizamientos de tierra aislaron algunas regiones del mundo exterior.
Todo ello ha dificultado o imposibilitado la llegada a tiempo de los equipos de rescate y la ayuda humanitaria.
Debido a la falta de equipos especializados, los equipos de rescate y los familiares de las personas atrapadas han tenido que retirar los escombros con sus propias manos en condiciones de falta de agua, alimentos y temperaturas diurnas superiores a 40 °C.
Según cifras oficiales, sólo el 2 de abril hubo 3003 muertos y más de 4600 heridos. Pero la verdadera magnitud de la destrucción y el número de víctimas sólo se pueden adivinar.
Es imposible expresar con palabras la gravedad de lo que está ocurriendo en la región. Muchos hospitales han quedado destruidos y los médicos atienden a los heridos en plena calle. Los cuerpos de los que murieron bajo los escombros empezaron a descomponerse con el calor.
El terremoto agravó la ya catastrófica situación humanitaria del país.
Este evento sísmico no sólo fue uno de los más potentes de la historia del país en los últimos 100 años, sino que también atrajo la atención de los expertos por sus parámetros anómalos.
El terremoto provocó una ruptura de hasta 400 km de longitud a lo largo de la falla de Sagaing, que atraviesa de norte a sur el centro de Myanmar.
La velocidad de la ruptura de la roca fue comparable a la de un avión supersónico a reacción.
Un sismólogo del Centro Helmholtz de Geociencias describió el terremoto como un superdeslizamiento, un tipo muy raro de evento sísmico en el que la energía de ruptura se mueve excepcionalmente rápido a través de la tierra.
El efecto de superdeslizamiento puede concentrar la energía sísmica antes de la ruptura, amplificando los daños incluso a grandes distancias del epicentro.
Prueba de ello fue la devastación de Bangkok, la capital de Tailandia, situada a unos 1000 kilómetros del epicentro.
El terremoto derrumbó un rascacielos de 30 plantas en construcción, matando al menos a 22 personas y dejando a más de 70 atrapadas bajo los escombros del edificio.
Los rascacielos se balancearon con tanta violencia que el agua de las piscinas de las azoteas salió despedida en enormes olas e incluso tiró a algunas personas al suelo.
Aparecieron grietas en miles de edificios.
Cabe señalar que a finales de marzo de este año se produjo un fuerte aumento de la actividad sísmica en el planeta. En sólo 12 días se registraron 11 terremotos de magnitud superior a 6.
Sobre esta y otras catástrofes naturales ocurridas durante la semana, del 26 de marzo al 1 de abril, vea en nuestro resumen.
Los cataclismos cobran fuerza y es imposible no darse cuenta. Cada vez más personas se dan cuenta y ven que algo va mal; debaten y comparten sus historias. Incluso en los comentarios bajo las noticias sobre catástrofes naturales se puede ver cómo preocupa e inquieta a la gente, qué respuesta provoca cada persona preocupada de cualquier parte del mundo.
También queremos agradecer sinceramente a nuestros espectadores sus atentos, reflexivos y muy sentidos comentarios bajo el vídeo. Gracias por mostrar su apoyo y simpatía a quienes ya han sufrido cataclismos.
Pero lo extraño es que muchas personas registran acontecimientos individuales, pero no los unen en una visión global. Ven las consecuencias, pero no piensan en las causas.
Y lo más importante, no ven una salida. Pero la hay, y de eso trata cada uno de nuestros vídeos.
¿Por qué es así? ¿Quizá todo el mundo espera que un día se enciendan las noticias y ya haya una solución? ¿O mejor aún, que los cataclismos ya no amenacen nuestro planeta?
Pero no funciona así. Sobre el problema de los desastres naturales, las verdaderas causas y soluciones comenzarán a hablar seriamente desde las altas tribunas, sólo si la propia gente exige respuestas y acciones.
Hasta ahora, sólo unas pocas personas -científicos, investigadores, voluntarios- están llevando esta información al público. Nos alegra estar entre los que no callan. Y esperamos que usted se una a nosotros.